Después del genocidio de los pueblos originarios, comenzará el
afiebrado negociado de la tierra pública. La preferida será la Sociedad
Rural Argentina, la misma de la actualidad. Su presidente de aquel
entonces (1879), el estanciero José María Martínez de Hoz, recibirá del
gobierno argentino 2.500.000 hectáreas. Sí, lo repetimos una vez más porque
ésa es la verdadera historia argentina. Un poder familiar que se
mantuvo durante un siglo ya que ese Martínez de Hoz era el bisabuelo
directo del “murciélago” Martínez de Hoz que manejó la economía del país
mientras “desaparecían” los díscolos que querían terminar con un poder
de siempre pese a los parches históricos que hacían mantener esperanzas y
cantitos.
Sí, los Roca, el Julio Argentino y el Ataliva,
repartieron 41.000.000 de hectáreas conquistadas “para el progreso” por
el Ejército nacional con el Remington importado de Estados Unidos. Ocho
tiros del fusil a repetición para liquidar a los “salvajes, los
bárbaros”, en beneficio de los “civilizados”. El pensamiento de los
hombres de Mayo convertido con el Remington en estancias para los nuevos
dueños del país. Y la tierra se repartió entre los dirigentes de la
Sociedad Rural (fíjese el lector cómo el poder de la tierra se ha
mantenido a través de más de un siglo en los mismos apellidos, todos
apellidos de las comisiones directivas de la Sociedad Rural en sus
distintas épocas): Amadeo, Leloir, Temperley, Atucha, Ramos Mejía,
Llavallol, Unzué, Miguens, Terrero, Arana, Casares, Señorans, Martín y
Omar, Real de Azúa.
Sarmiento, en su artículo de El Censor, del
18.XII.1885, denunciará el gran negociado de los hermanos Roca con la
tierra pública. Dice Sarmiento que la Campaña del Desierto “fue un
pretexto para levantar un empréstito enajenando la tierra fiscal a razón
de 400 nacionales la legua, a cuya operación, la Nación ha perdido 250
millones de pesos oro ganados por los Atalivas, Goyos y otras estrellas
del cielo del presidente Roca. Pero si se puede explicar, aun cuando no
se justifique, esta medida antieconómica y ruinosa para el Estado, por
la famosa Campaña del Desierto, después de que ésta se realizó sin
batallas ni pérdidas de ningún género para el gobierno, no hay razón, no
hay motivo alguno para que tal empréstito continúe hoy abierto... para
los amigos del general Roca, máxime cuando la suscripción se cerró hace
ya mucho tiempo. Es necesario llamar a cuentas al presidente y a sus
cómplices en estos fraudes inauditos. ¿En virtud de qué ley, el general
Roca, clandestinamente, sigue enajenando la tierra pública a razón de
400 nacionales la legua que vale 3000? El presidente Roca, haciendo caso
omiso de la ley, cada tantos días remite por camadas a las oficinas del
crédito público órdenes directas, sin expedientes, ni tramitaciones
inútiles para que suscriba a los agraciados, que son siempre los mismos,
centenares de leguas. Allí están los libros del Crédito Público que
cantan y en voz alta para todo el que quiera hacer la denuncia al
fiscal. Al paso que vamos, dentro de poco no nos quedará un palmo de
tierra en condiciones de dar al inmigrante y nos vemos obligados a
expropiar lo que necesitamos, por el doble del valor, a los Atalivas”.
Hasta ahí, Sarmiento. Sí, tal cual.
Por ejemplo, las colonias
santafesinas de los inmigrantes les fueron compradas a Ataliva Roca. Es
decir, Julio Argentino le daba las tierras fiscales a su hermano Ataliva
y éste las vendía por supuesto con la ganancia esperada. Todo fue un
gran negociado. El mismo Sarmiento lo repitió varias veces (textual):
“Quieren que el Estado, quieren que nosotros que no tenemos una vaca,
contribuyamos a duplicarles o triplicarles su fortuna a los Anchorena, a
los Unzué, a los Pereyra Iraola, a los Luro y a todos los millonarios
que pasan su vida mirando cómo paren las vacas”.
Los apellidos
de siempre. Y más todavía, Sarmiento dirá también en El Censor: “El
Ejército no ha servido durante la administración de Roca sino para
avasallar las libertades públicas. Ataliva Roca, su hermano, es el
proveedor de hace muchos años de los enormes ejércitos y de la armada, a
más de las expediciones, guarniciones que se hacen en plena paz”. Y más
adelante: “Póngase una cruz negra en el mapa de República, en cada uno
de los puntos ocupados militarmente por un miembro de la familia Roca,
ligados entre sí por los tentáculos viscosos de Ataliva, y saltará a la
vista si el Ejército tiene otra misión en ese momento que la de asegurar
el mando y la disipación de los caudales públicos a la familia
Roca-Juárez Celman”.
Para eso se asesinó a miles de los pueblos
originarios y se esclavizó a hombres, mujeres y niños. Y qué servilismo
a los Roca demostraron todos los gobernantes que siguieron después. El
poder de la tierra dominó. Nadie revisó ese período.
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