El nombre deriva de Arauco, con toda probabilidad originado en el topónimo mapuche Rag-ko (con ge fuerte) “aguada de la tierra para cerámica” (rag). Arauco, hoy provincia de Chile, se llamó el territorio extendido inmediatamente al Sur de Penco –hoy Concepción-, ubicada en la desembocadura del río Bío-Bío, sobre el litoral pacífico. De allí Araucano y Araucanía.
Los Araucanos o Mapuche(s) eran somáticamente “ándidos”, es decir emparentados genéticamente con los incas históricos. Se usa el pretérito porque en la actualidad, luego de una convivencia de siglos con los caucásicos (europeo-criollos), el tipo puro no pervive, aunque, por “reflujo genético”, aparezcan individuos con apariencia de tales. A la inversa, rasgos “ándidos” son frecuentísimos en la población (global) “blanca” de Chile.
El tipo ándido (“mongoloide”) se caracteriza por su estatura mediana a baja, esqueleto frágil, aunque musculatura robusta, cráneo redondeado (corto; “braquicéfalo”); tendencia relativa a la obesidad en las mujeres. Cabello negro y liso, duro, y coloración de piel oscura, aunque de tinte mucho menos acusado que el tipo “cobrizo”.
Los Araucanos o Mapuche(s) (verlo) beneficiaron una cultura de cultivadores semi-sedentarios, de tala y roza (del bosque andino austral), cazadores-recolectores y pescadores marinos (costeros). El cultivo –primitivo, con bastón-, con énfasis en el maíz, quínoa, papa, porotos, calabazas, ají, era practicado por las mujeres, y la caza, parcialmente recolección y pesca, por los hombres.
La práctica del tejido y la cerámica –que alcanzaron alta calidad- fue del mismo modo responsabilidad esencialmente femenina, en tanto que la platería (aparentemente sólo desarrollada a partir de la conquista incaica) lo era de los hombres. (Véase, Inventario ergológico.)
Habitaban en grandes casas, de madera y “paja” (distintos vegetales flexibles), transportables en ciertos casos, de planta rectangular y techo “a cuatro aguas”, agrupadas en pequeños caseríos (de 3 a 10 unidades), denominados lof en lengua mapuche (o mapú-zungún, che zungún). Estos caseríos se mudaban periódicamente en relación con el agotamiento de las tierras de cultivo.
La estructura político-social se asentaba en una base dual: Por un lado, la autoridad del “cacique” –hereditaria-, miembro de uno de los (muchos) linajes de la Araucanía, distinguidos cada uno por un blasón (material –del mundo animal y, en menor grado vegetal, inorgánico e inmaterial, o intangible: temas verbales en 3ª persona, y otros). Por otro, como contraparte religiosa ideal de la porción “laica”, la figura del hechicero –femenina o masculina-, shamán puro desde que los Araucanos o Mapuche(s) se inscriben entre los pueblos más shamánicos del orbe.
El cacique, lonko en mapuche (“cabeza”), subordinado a veces a un gülmen o apo-gülmen (en que apo es voz tomada del kechua) “señor”, cacique de caciques, oficiaba como responsable “laico” en la ceremonia religiosa (colectiva, mixta) por excelencia del pueblo mapuche, al lado del shamán, machi en mapuche, oficiante religioso y verdadero centro de la ceremonia.
Ésta, denominada ngillatun (“ruego”, “rogativa”), kamarikun (ídem; deformado en camaruco), ngellipun, llellipún (“súplica”), y otros nombres, devenida ceremonia anual hoy en numerosas comunidades, de ambos lados de los Andes.
La religión, monoteísta en esencia, es netamente andina –de modelo peruano-. Lo propio sucede, con toda probabilidad, con la lengua, que muchos han comparado con las “grandes lenguas” andinas, como el kechua y el aimara, sin que no obstante haya podido probarse un emparentamiento genético con ellas. Son reconocibles, sí, profundas influencias, lexicales y gramaticales, de aquélla sobre la lengua mapuche, producto de la dominación incaica de Chile Central.
“Mapuche” es expresión común para los habitantes de la Araucanía histórica (“Araucanos”; véase Che).
En realidad, los indígenas usan las voces Che-zungun (=dungún) o Mapú-zungun, respectivamente “lengua de la gente” y “lengua de la tierra”. Aquélla, dominantemente cuando se pregunta a una persona si habla la lengua mapuche: ¿kim che-zunguimi?, ¿conoce Ud. la lengua de la gente? (La combinación ng representa un único sonido).
Dentro de la Araucanía existieron unidades socio-políticas menores, de diverso carácter, y en algunos casos no bien definidas o no bien comprendidas por los historiadores y etnógrafos.
Bajo la denominación “Huitran Mapu” existieron –parece que tardíamente ¿siglo XVII?- cuatro territorios subordinados de extensión longitudinal, N-S, a manera de franjas, aunque es dudosa su significación política. Se habla de las “tierras aliadas”, pero en realidad la denominación Witran-mapú o wütrán-mapú parece haber aludido a tierra(s) (mapú) “alzadas”, o mejor “verticales” –aunque witrán es igualmente “extranjero” y por ende witrán-mapú, ¡“país extranjero”!
En fin, quizá, de todos modos el camino sea más sencillo y se haya simplemente tratado de un equivalente antiguo –hoy no vigente- de wichán “aliado”; pero...la explicación parece forzada, ad hoc diré.
La idea de “verticalidad”, por su parte –en cambio- lleva a pensar en la organización vertical del ámbito andino meridional, demostrada por la exégesis etno-histórica. Precisamente, uno de estos territorios longitudinales habría sido el “de arriba”, Piré Witrán Mapú (piré “nieve”) o mejor Ina-Piré Witrán Mapú, es decir “Pre-Tierra de la Nieve” o de los faldeos occidentales de los Andes; de donde el nombre de “Arribanos” –por oposición a “Abajinos”- dado a los habitantes del gran Valle Central, Lelfün Witrán Mapu o “Tierra de los Llanos”.
Los restantes Witran-Mapú fueron Pewén Witrán Mapú (agregado tardíamente, tras la araucanización de los Pehuenches, en el siglo XVIII), e Ina-Lafkén Witrán Mapú, respectivamente “De las Araucarias” y “Litoral-Marino”.
Otras de estas unidades territoriales, de base socio-política ahora, o mejor político-religiosa, eran los lebo(s), levo(s), aparentemente sinónimo de rehue(s).
Valdivia escribió “Lebo. Parcialidad y división de tierras”, pero cumplió en agregar: “Lebo. Una Regua de Arauco” –es decir, un Rehue de Arauco.
Febrés escribió “Lepún. Una parcialidad de un cazique, y el lugar donde se juntan”. No cabe duda de que se trata de la misma voz: lefü=lefün (v=f y pe se permutan continuamente; se dice “v=f” porque, en verdad, se trata de un sonido vibrado, intermedio entre ambas consonantes castellanas).
Ha de tratarse, según toda probabilidad, de una variante, o variantes, de tema hoy consignado llüpü “plano”, “chato”, el que, como chüngküd (y otros, afines), connota las ideas de “radiado”, “circular”.
En apoyo de esta interpretación viene la aparente sinonimia de lepün con cabi, cavi, de los cronistas (kavi=kafi). Esta voz significa, lisa y llanamente “círculo”, “circular”, “en redondo”, lo mismo que su afín kawiñ, más utilizada para aludir a fiestas y ceremonias –ya que ellas se celebraban en lugares circulares, “circos”.
En fin, lo propio rehue (regüe, “regua”, como se vio), es decir re-we y más propiamente reg-we, en que we significa “donde” (o “con lo que”) y reg es el tema de “repartir” –a partir de un “centro”: de nuevo está presente la idea de “circularidad”.
Rewe es, por lo demás, el centro de la ceremonia religiosa ngillatún (verlo), y, por traslación, el tronco (de canelo, árbol sagrado) que identifica al hechicero –a cada hechicero (machi). De aquí la definición de estas unidades como político-religiosas.
Carácter especial, o mejor papel histórico especial, tuvo un área, pequeña, conocida a través del topónimo Forowe, “Vorohue”, “Lugar de los Huesos”, que derivó en “Voroa”, “Boroa”. De allí “Voroganos” o “Boroganos” como denominación de sus habitantes, perfectamente “llanistas”, desde que el paraje en cuestión se ubica apenas al Sur de la hoy ciudad de Temuco, en pleno Valle Central.
Sucedió que, al producirse la independencia de Chile, los indígenas Araucanos o Mapuche(s) se dividieron y enfrentaron: pro-patriotas los unos; pro-realistas los otros... Y como resultado de estas luchas de fracciones (“tribus”), intestinas, determinados grupos se vieron obligados a abandonar la región y trasponer la Cordillera andina. Aquende los Andes no era simple encontrar un lugar en el que el asentamiento de tribus enteras no produjera inmediatas fricciones y rechazos, y en definitiva la elegida fue la “Tierra de Nadie” (o de Todos...) ubicada grosso modo a lo largo del meridiano que, hoy, separa a las provincias de La Pampa y Buenos Aires, con expansión posterior hacia el NO de Buenos Aires.
De este modo, a partir de la década de 1820, se asentaron allá las tribus de caciques de renombre, tales como Melin, Alun, Rondeau (apellido europeo), Coñwepan, Coliqueo...
Y se produjo, pues -¡tan tarde!- la primera radicación propiamente dicha de grupos de Araucanos strictu sensu, o Mapuches veros, al oriente de los Andes.
Tomado de
LOS PUEBLOS (ETNIAS) INDÍGENAS DEL ÁMBITO PAMPEANO-PATAGÓNICO
VADEMÉCUM ÉTNICO
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