Tenía nombre de pirata inglés: John William Cooke, pero en realidad,
era un luchador nacional antiimperialista. Mas bien bajo, casi obeso,
con un andar nervioso y acompasado, y un bigotito de villano de
película, era lo opuesto a la imagen gardeliana. También era un hombre
tierno, aunque quería parecer un duro. Le hubiera gustado ser, como
Humphrey Bogart, pero en cambio, tenía un cálido aire chaplinesco.
John –“el Bebe” para su familia, “el Gordo”, para sus amigos- fue un
valiente y le sobraron oportunidades para demostrarlo, pero era el
antihéroe por antonomasia. Esta anécdota lo retrata: estaba prisionero
de la “revolución libertadora” en la penitenciaría de la calle Las
Heras, cuando en 1956 se produce el pronunciamiento de Valle. Por orden
del general Quaranta es sacado de su celda y llevado frente a un pelotón
de fusilamiento. Puesto contra el paredón, el oficial a cargo se mofa
de él. John lo mira con desprecio en lo que cree es su último minuto,
pero no dice ninguna frase grandilocuente para que recogiera la
historia, ni grita “Viva la Revolución”. Simplemente le dice: “la puta
que te parió”, y el simulacro de fusilamiento casi se convierte en
realidad.
Lo conocí en noviembre de 1963 en el bar “El Récord” de
Santa Fe y Pueyrredón, en Buenos Aires, donde nos había citado Rodolfo
Ortega Peña. Acababa de llegar de La Habana y era ya una figura mítica
para nosotros. Con emoción juvenil iba yo al encuentro, impresionado por
su actuación combativa en el ’55, su fuga a Chile y luego como delegado
de Perón, organizando la resistencia, sumado a las fotos que lo
mostraban vistiendo el uniforme cubano. Y allí estaba, prendiendo un
cigarrillo con otro, ensimismado en la lectura de “La Fija” y sobre la
mesa, tres novelas policiales y una caja de mentas. No era un vendedor
de imagen, era un antihéroe consecuente. Pero una hora le bastó para
trazarnos un agudísimo cuadro de situación latinoamericana y argentina.
Era un convencido y un apasionado, que amaba sensualmente la revolución,
porque así era su forma de entender la vida, como un derroche generoso
de su persona.
Alicia
Su gran amor fue Alicia Eguren,
sensible poetisa y obstinada revolucionaria, elegante dama roja, versión
criolla de Rosa Luxemburgo, motor de muchas de sus decisiones, que en
1976 no quiso partir al exilio –más por razones estéticas que éticas- y
terminó sus días con mucha dignidad en manos de los sicarios de la ESMA.
Alicia era la madre-amante de ese John, que en muchas cosas era un
niño. Más de una vez decía “esto no se lo cuenten a Alicia”, o se
encerraba tres días y tres noches en su escritorio bajo llave, para
escribir de un tirón el memorable “Informe a las Bases”, para que ella
no le convirtiera sus tesis.
Entre ambos existía una fina ternura,
revestida de un juego intelectual. En 1956, le escribe a Alicia desde un
penal de Ushuaia:
“Cuando Ud. Llegó a lo de Palacio, con su
sombrero coronado de flores de durazno(¿o serían jazmines?) me dio la
sensación de un bello junco a la espera del vendaval que lo abatiese
inmisericorde. Ud. Me dirá, señora, que desde entonces han pasado diez
anos y –¡ay!- muchos vendavales. No haga caso del almanaque, señora, que
es una obra mesquina de los burócratas del tiempo. Son otros los
equinoccios que rigen para nosotros. Yo le voy a contar la verdadera
historia, la auténtica y real.”
“De lo de Palacios fuimos a su casa,
y hablamos de presidentes depuestos y de políticos, en la penumbre
propicia de un crepúsculo de primavera. Comimos “chez moi”. Ud. Leyó
versos. Desde entonces su adorable sonrisa de conejo iluminó mis felices
noches de conspirador en desgracia.”
“Ud. Señora, aprovechó para
hacerme víctima de sus artimañas e insolencias: puso en duda mi
indiscutido talento, mis virtudes para el mando y mi condición de jefe;
creó serias dificultades a mi acercamiento con el sector femenino del
Partido; y en suma, intentó tratarme como a otro de sus peleles. Ahora
culmina sus desafueros apareciendo en mi celda, a las horas más
intempestivas, para intranquilizar mi reposo y turbar mis pensamientos.
(No crea que me quejo, señora: Ud. Sabe que nunca me quejo).” (…).
“Pero eso no impide que yo tenga el deseo de verla caminar y moverse
cerca de mí, mientras su cara conejil se anima y profiere
impertinencias, y los lugares van quedando contaminados con su
coquetería insoportable.
“Ya ve, señora, qué humildes son mis
anhelos. Venga a verme. La llamo apelando a los lazos indestructibles
que unen a los conspiradores y a una relación de la cual lo menos que
podrá decirse (en el peor de los casos) es aquella otra frase: questa é
una piccola aventura; patética, milagrosa e quasi d’amore”.
Cooke
El joven Cooke
John se inició, políticamente en el radicalismo. Era un muchacho aún de
pantalones cortos, que en los sectores más combativos de aquel partido
popular perseguido y proscripto por la oligarquía, batallaba en su
barrio y en el colegio secundario. La propia Alicia Eguren nos ha dejado
una semblanza del Cooke de aquellos primeros años:
“En la
Universidad de La Plata, ligado al grupo FORJA con la cabeza rota y las
narices sangrando como activista dirigente de la FUA, como radical
revolucionario, testimonia el inconformismo de una generación que se
desencontró desgraciadamente con las masas obreras que forjaron el
peronismo. Por madurez y sensibilidad política, más que por razones
familiares, John opta bien, opta por esa experiencia inédita,
contradictoria, fuera de los libros, de la clase obrera y un líder
militar que plantea la lucha antiimperialista primero y plantea y
practica después la incorporación real de la clase obrera a un gobierno
popular de riquísima dinámica transformadora.”
“Cooke no se equivocó
y no se equivocó con las masas. Su contacto con la problemática del
nacionalismo no oligárquico, tremendamente combativo en la lucha por la
recuperación del patrimonio nacional y su acercamiento diario a la lucha
de la clase obrera, marcan las líneas fundamentales a través de las
cuales desarrollará su pensamiento enriquecedor de la realidad que las
masas están construyendo. Sus lecturas marxistas de joven activista
universitario se llenan de urgencia y necesidades prácticas. La síntesis
inicial es: tradición política popular, nacionalismo revolucionario y
marxismo creador, antisocialdemócrata, antidogmático y antiburocrático.
Síntesis difícil, pero fuente indudable del desarrollo revolucionario
argentino y latinoamericano de las posteriores y actuales décadas, que
se da con especial vigor, y desde el inicio, en ese muchacho que además,
buscando las auténticas raíces de nuestro pasado comienza a estudiar
historia argentina con los ojos del pueblo martirizado, olvidado,
descubre la montonera, los caudillos, la oligarquía portuaria, la
falacia del liberalismo de derecha o de izquierda, y habla en la Cámara,
en el barrio o en la fábrica, desde un pasado que el hijo del gringo
aprende a reivindicar al hermanarse en la lucha de clase con el cabecita
negra”.
El Parlamento
A los 26 años, Cooke es elegido
diputado peronista. Allí tuvo la oportunidad de mostrar su brillantez
intelectual, su versatilidad cultural y también, su profunda
sensibilidad popular. Sus discursos, siguen esperando el recopilador. En
1946, sorprende a la Cámara con un proyecto sostenido con una de las
piezas oratorias más importantes que se hayan escuchado a lo largo de
los años en el Congreso: la que fundamenta la ley de la represión de los
monopolios. De Hilferding a Marx, muestra su profunda versación
económica. Pero John no es un tecnócrata, es el discurso de un político
que termina su intervención señalando:
“Pierre Colt dice que la
política es el arte de prever y escoger entre dos males. Esta frase es a
mi juicio exacta y golpea con toda su crudeza, porque nos hace perder
el punto de vista, largo tiempo sustentado, de que podía haber un estado
perfecto de convivencia universal, y plantea el problema en sus
verdaderos términos.”
“Como he dicho, es un problema de proporciones
que requiere equilibrio, serenidad, madurez, poder de control contra el
encandilamiento de las soluciones fáciles en un momento en que todas
estas condiciones parecen difíciles de encontrar en un mundo
convulsionado al margen de la historia. Requiere superar planteos
primarios, en momentos en que los hombres de todas las latitudes de la
tierra buscan precisamente eso: planteos primarios.”
“El país, que
estuvo al margen de la última guerra, pero no indiferente a ella, debe
tener estas condiciones de serenidad, y debe aprovecharlas porque no ha
sufrido como en otros países, en la lucha contra en nazismo y el
fascismo, para procurar encontrar en sí mismo la lucidez necesaria para
constituir una inspiración. Tiene que tenerlas para ofrecer un punto de
referencia en la geografía mundial, a fin de que la humanidad sepa
adónde dirigir sus miradas en un futuro cercano, y pueda apartar su
vista del espectáculo de la propia ruina y del más deleznable todavía de
grupos aparceros, que están pactando sobre el hambre y la miseria de
los pueblos.”
“Para terminar, y empleando una metáfora, diría que
aspiro a que la Argentina encuentre su camino en el planteamiento
económico de los problemas, que encuentre su camino en la concepción
democrática compatible con las modernas tendencias económicas y con los
deseos de las masas oprimidas, para que, cuando las miradas del mundo se
dirijan a ellas, estén cargadas con todas las valencias de sentido
afectivo”.
Palabras para meditar a la hora de considerar nuestra actual deuda externa.
Como John, el parlamentario, seguía siendo hombre de pueblo, no es de
extrañar que a la muerte de Homero Manzi, le rindiera homenaje en la
Cámara de Diputados. Dirá evocando al autor del “Sur”:
“A la
dignidad de la forma añadió la dignidad en el tema. El tango, la milonga
se prestan para que se despenen por el terreno de lo vulgar –y a veces
de lo innoble- quienes carecen de capacidad y vuelo. Manzi reaccionó
contra ese tango desteñido y decadente, relato monocorde de derrotas
sufridas por hombres planideros a manos de bellezas infieles. Expresó
con clara fuerza poética todo lo que encierra de belleza la magia de
este paisaje, que había cantado Carriego en tono menor, y que Borges
esculpió en formas diamantinas que superan lo local para darle
significación universal. En sus palabras se reflejó la visión fugaz y
eterna de los atardeceres sombreando lentamente el sosiego de arrabales
(…)”.
El profeta solitario
Sobre Cooke, quedan por
escribir muchas miles de líneas: el que reacciona en los finales del
segundo gobierno peronista con su revista “De Frente” ante un proceso
que perdía su profundidad popular; el delegado resistente de Perón; el
dirigente de las grandes huelgas del ’59; el teórica de la solidaridad
latinoamericana; el formidable impulsor de todas las potencialidades
liberadoras de nuestro pueblo.
De todo ese esfuerzo reivindicador,
quedará como eje central de su discurso profético, la necesaria unidad
de todos los argentinos en la lucha por la liberación. En momentos de la
mayor soberbia peronista, advirtió que la liberación nacional y social
debíamos hacerla entre todos, entre los hombres de todas las fuerzas
políticas populares y que no estaría en esta tarea el peronismo
burocrático y conciliador con los enemigos del pueblo, sólo aquellos que
se alinearan junto a las bases del peronismo.
Al morir, temprana e
inoportunamente el 19 de septiembre de 1968, donó sus órganos visuales,
piel, etc., a quienes los necesitaran. Quiso quedar íntegro entre su
pueblo. Por eso, otro amigo, Félix Cobo, dirá en su poema “John the
Red”: “Uno vencedor de la Esfinge/ marchó desollado y ciego/ Hacia la
entraña de la Historia/ su natural recinto./ Hay quien mira la aurora
con sus ojos y otros visten su piel y no lo saben”.