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CULTURA: ¿Sabés cuando fue el nacimiento de Jesús verdaderamente?

Algunos hechos como la temporada del año, festivales paganos importantes y la aparición de un cometa podrían dar cuenta de que la fecha exacta no es el 25 de diciembre.

Para muchos estas fechas navideñas son un recordatorio de la divinidad de Jesús de Nazaret. Sin embargo, hay miles de religiones en todo el mundo que adoran a sus propios dioses, desde deidades naturales hasta creencias más convencionales. Y aunque muchas se contradicen, el cristianismo es la que ha logrado seducir a más adeptos, llegando de esta manera al 31,5% de la población mundial, según el Centro de Investigaciones Pew.

Para los católicos, la Natividad o Navidad, es la conmemoración del supuesto nacimiento de Jesús en Belén.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que Cristo no nació la noche del 24 de diciembre hace 2020 años.

Y es que varias referencias en los evangelios permiten situar en el tiempo a Jesús.

1. Herodes el Grande reinó en Judea desde el año 37 hasta el 4 antes de la Era Común. Herodes Antipas, su hijo gobernó desde ese año hasta el 39. Mientras que Poncio Pilato fue prefecto romano de Judea del 26 al 37.

Al respecto, el teólogo James Dunn, dijo en su obra maestra llamada 'El cristianismo en sus comiezos':

“Generalmente, se calcula que Jesús nació algo antes de la muerte de Herodes el Grande en el año 4 antes de la Era Común. Una fecha entre el 6 y el 4 antes de la Era Común concordaría con esa información histórica, como asume el relato de Mateo del nacimiento, y con la tradición de Lucas 3.23 de que Jesús “tenía unos 30 años” en el decimoquinto año del emperador Tiberio, estimado el año 27 o 28 de la Era Común”.

2. El evangelio de Lucas dice que el nacimiento de Jesús no fue en invierno, sino en primavera o verano.

Dunn, un profesor de Teología en la Universidad de Durham (Reino Unido), dijo que Jesús no nació hace 2020 años, ni tampoco durante la noche del 24 de diciembre. Es así que cita al evangelio de Lucas:

“Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño”.

Es así que explica que en Belén, donde según la tradición, nació Jesús, los meteorólogos pronosticaban esta noche con una temperatura mínima de 4 grados. Y varios estudiosos lo respaldan diciendo que los pastores no sacaban su ganado en pleno invierno.

Es así que afirman que Cristo nació en primavera o verano, tal y como lo confirma Edwin D. Freed, un profesor de estudios bíblicos de la Universidad de Gettysburg (EEUU).

3. El Sol Invictus

El teólogo británico W.R.F. Browning dijo que durante sus comienzos, la Iglesia católica no celebraba el nacimiento de Jesús porque desconocía la fecha. Sin embargo, ya en el siglo IV, la Iglesia de Roma decidió fijar un día y designó el 25 de diciembre puesto que “porque había sido el día del festival pagano del Sol Invictus, cuando el invencible Sol triunfaba cada año frente a la oscuridad del invierno y los días volvían a ser más largos”.

4. Otras fechas

'Los misterios de Jesús', cuyos autores son el filósofo Tim Freke y el historiador Peter Gandy, afirman que nunca existió el Jesús histórico, sino que el personaje nació como la reinterpretación de varias deidades más antiguas, también nacidas de una virgen el 25 de diciembre, una fecha frecuentemente usada por diferentes direcciones ya por su cercanía al solsticio de invierno.

5. El cometa

En un artículo que publicó Colin Humphreys en 1991, el físico de la Universidad de Cambridge se apoyó en los registros astronómicos de las antiguas civilizaciones chinas, para decir que un cometa observado durante 70 días en el año 5 antes de la Era Común, pudo ser la estrella de Belén que tanto meciona Mateo. Es así que Jesús podría haber nacido entre el 9 de marzo y el 4 de mayo en el año 5 antes de Cristo.

Por último, el célebre físico Albert Einstein también mostró su opinión en torno a la veracidad del relato bíblico en una carta del 3 de enero de 1954. En ella le dice al filósofo Eric Gutkind:
“La Biblia es una colección de leyendas honorables, aunque primitivas, y en cualquier caso bastante infantiles”.
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CULTURA: Carmilla, la vampira lesbiana que inspiró a Bram Stoker para crear a Drácula

Carmilla, a punto de atacar a una de sus víctimas.
Bram Stoker, se inspiró en otro manuscrito escrito 25 años antes para crear su gran obra literaria. Se trata de una novela corta escrita por Sheridan Le Fanu en 1872. Su protagonista, Carmilla, es el antecedente femenino del famoso conde de Transilvania.

Lo cierto es que ambos personajes guardan cierto parecido. Pertenecen a la nobleza, están sujetos al sepulcro, tienen costumbres nocturnas y presentan una palidez extrema. Por no hablar del carácter epidémico del fenómeno pues, desde su llegada, los habitantes de sus respectivas ciudades empiezan a caer enfermos. Eso sí, para combatirlos cuentan con un experto cazador de vampiros. En Drácula era Van Helsing. En Carmilla, el varón Vordenburg.

"Carmilla", de Le Fanu, en una versión ilustrada por Ana Juan para el Fondo de Cultura Económica.
También los dos necesitan chupar la sangre a sus víctimas para permanecer vivos y jóvenes. Sin embargo, existe una ligera y llamativa diferencia. El cuento de Le Fanu representa el amor lésbico entre la vampiro y su víctima, lo que sitúa la historia en una temática erótica homosexual además de gótica. Y es que Carmilla no ataca aleatoriamente. Solamente muerde en el cuello a jóvenes de extrema belleza. Una dinámica que repetirá su colega medio siglo más tarde.

El lector conoce la leyenda de la joven vampiresa de la mano de Laura, una joven inglesa de dieciséis años que vive con su padre en un castillo cercano a Estiria (Austria). Una noche, un carruaje tiene un accidente cerca de su ‘schloss’. En él viajan dos mujeres: la joven Carmilla y su madre, que pide asilo al padre de Laura para cuidar a su hija mientras ella prosigue su viaje sin dar motivos de su apresurada marcha.

La joven muchacha entabla una amistad con Laura y no tarda en mostrar algunos de sus extraños hábitos, como el de no levantarse antes de mediodía. Poco tiempo después de su llegada, Laura empieza a sufrir pesadillas y cae enferma. Su padre está convencido de que algo extraño sucede y decide investigar las causas, aunque sólo podrá salvar a su pequeña si descubre la verdadera identidad de Carmilla.

CÓMO Y QUIÉNES SE APODERARON DE NUESTRAS TIERRAS | Por Osvaldo Bayer


Después del genocidio de los pueblos originarios, comenzará el afiebrado negociado de la tierra pública. La preferida será la Sociedad Rural Argentina, la misma de la actualidad. Su presidente de aquel entonces (1879), el estanciero José María Martínez de Hoz, recibirá del gobierno argentino 2.500.000 hectáreas. Sí, lo repetimos una vez más porque ésa es la verdadera historia argentina. Un poder familiar que se mantuvo durante un siglo ya que ese Martínez de Hoz era el bisabuelo directo del “murciélago” Martínez de Hoz que manejó la economía del país mientras “desaparecían” los díscolos que querían terminar con un poder de siempre pese a los parches históricos que hacían mantener esperanzas y cantitos. 

Sí, los Roca, el Julio Argentino y el Ataliva, repartieron 41.000.000 de hectáreas conquistadas “para el progreso” por el Ejército nacional con el Remington importado de Estados Unidos. Ocho tiros del fusil a repetición para liquidar a los “salvajes, los bárbaros”, en beneficio de los “civilizados”. El pensamiento de los hombres de Mayo convertido con el Remington en estancias para los nuevos dueños del país. Y la tierra se repartió entre los dirigentes de la Sociedad Rural (fíjese el lector cómo el poder de la tierra se ha mantenido a través de más de un siglo en los mismos apellidos, todos apellidos de las comisiones directivas de la Sociedad Rural en sus distintas épocas): Amadeo, Leloir, Temperley, Atucha, Ramos Mejía, Llavallol, Unzué, Miguens, Terrero, Arana, Casares, Señorans, Martín y Omar, Real de Azúa.

Sarmiento, en su artículo de El Censor, del 18.XII.1885, denunciará el gran negociado de los hermanos Roca con la tierra pública. Dice Sarmiento que la Campaña del Desierto “fue un pretexto para levantar un empréstito enajenando la tierra fiscal a razón de 400 nacionales la legua, a cuya operación, la Nación ha perdido 250 millones de pesos oro ganados por los Atalivas, Goyos y otras estrellas del cielo del presidente Roca. Pero si se puede explicar, aun cuando no se justifique, esta medida antieconómica y ruinosa para el Estado, por la famosa Campaña del Desierto, después de que ésta se realizó sin batallas ni pérdidas de ningún género para el gobierno, no hay razón, no hay motivo alguno para que tal empréstito continúe hoy abierto... para los amigos del general Roca, máxime cuando la suscripción se cerró hace ya mucho tiempo. Es necesario llamar a cuentas al presidente y a sus cómplices en estos fraudes inauditos. ¿En virtud de qué ley, el general Roca, clandestinamente, sigue enajenando la tierra pública a razón de 400 nacionales la legua que vale 3000? El presidente Roca, haciendo caso omiso de la ley, cada tantos días remite por camadas a las oficinas del crédito público órdenes directas, sin expedientes, ni tramitaciones inútiles para que suscriba a los agraciados, que son siempre los mismos, centenares de leguas. Allí están los libros del Crédito Público que cantan y en voz alta para todo el que quiera hacer la denuncia al fiscal. Al paso que vamos, dentro de poco no nos quedará un palmo de tierra en condiciones de dar al inmigrante y nos vemos obligados a expropiar lo que necesitamos, por el doble del valor, a los Atalivas”. Hasta ahí, Sarmiento. Sí, tal cual. 

Por ejemplo, las colonias santafesinas de los inmigrantes les fueron compradas a Ataliva Roca. Es decir, Julio Argentino le daba las tierras fiscales a su hermano Ataliva y éste las vendía por supuesto con la ganancia esperada. Todo fue un gran negociado. El mismo Sarmiento lo repitió varias veces (textual): “Quieren que el Estado, quieren que nosotros que no tenemos una vaca, contribuyamos a duplicarles o triplicarles su fortuna a los Anchorena, a los Unzué, a los Pereyra Iraola, a los Luro y a todos los millonarios que pasan su vida mirando cómo paren las vacas”.

Los apellidos de siempre. Y más todavía, Sarmiento dirá también en El Censor: “El Ejército no ha servido durante la administración de Roca sino para avasallar las libertades públicas. Ataliva Roca, su hermano, es el proveedor de hace muchos años de los enormes ejércitos y de la armada, a más de las expediciones, guarniciones que se hacen en plena paz”. Y más adelante: “Póngase una cruz negra en el mapa de República, en cada uno de los puntos ocupados militarmente por un miembro de la familia Roca, ligados entre sí por los tentáculos viscosos de Ataliva, y saltará a la vista si el Ejército tiene otra misión en ese momento que la de asegurar el mando y la disipación de los caudales públicos a la familia Roca-Juárez Celman”.

Para eso se asesinó a miles de los pueblos originarios y se esclavizó a hombres, mujeres y niños. Y qué servilismo a los Roca demostraron todos los gobernantes que siguieron después. El poder de la tierra dominó. Nadie revisó ese período.

Historia Universal | ¿DESDE CUANDO LA MANZANA ES EL FRUTO PROHIBIDO? | Por Gerardo Jofre

Afrodita con su manzana

No busquen en la Biblia, no encontrarán en el Libro del Génesis nada sobre una manzana. El fruto prohibido no aparece nombrado en los primeros capítulos de la Biblia y sin embargo durante siglos, la manzana ha sido vista por muchos creyentes, como el fruto del pecado original.

Tenemos que mezclar dos ingredientes para convertir una simple manzana en el fruto que Eva dio a Adán: La influencia de la mitología pagana en el cristianismo y las interpretaciones erróneas de traducción.

La diosa Eris, la diosa de la discordia, como no podía ser menos, se enfadó al no ser invitada a la boda de Peleo y Tetis (los padres de Aquiles). Eris pidió una manzana de oro del jardín de las Hespérides, y puso lo siguiente: kallisti Καλλίστη(Para la más hermosa) y la lanzó en medio de la boda. Al verla, Hera, Atenea y Afrodita, alegando cada una ser la más bella, y por lo tanto merecedora del premio, se la disputaron. Se designó a París de Troya para que eligiera a la afortunada. Terminó concediendo la manzana a Afrodita, lo que traería como consecuencia el juicio de Paris y la posterior Guerra de Troya. 

Ya tenemos pues la manzana de la discordia. Una manzana que se quedó la diosa del amor Afrodita. Desde entonces, para los griegos antiguos, lanzar una manzana a una mujer era señal de declarar su amor por ella. Y si la manzana era recogida por la joven, su amor era correspondido.

Así un texto atribuido a Platón dice:

"Te arrojo la manzana, y si estás dispuesta a amarme, tómala y comparte tu vida conmigo; pero si tus pensamientos no son los míos, ni siquiera la tomes, y considerad cuán breve es la belleza”.

Estas manzanas del jardín de las Hespérides fueron también uno de los trabajos de Hercules. En el jardín había las damas de la noche, que eran las hijas del titán Atlas, el cual vivía en el límite occidental del mundo y sostenía sobre sus hombros la bóveda celeste.Todas ellas vivían cerca de su padre, en este jardín guardado por un dragón de ciencabezas llamado Ladón. Allí estaban las manzanas.

Muchos siglos posteriores, con la llegada del cristianismo, San Jerónimo tradujo la Biblia hebrea al latín, la llamada Vulgata. Al traducir Génesis 2. 9, San Jerónimo se topó con la expresión hebrea "etz ha dahat tov wara, que se traduce por “el árbol de la ciencia del bien y del mal” y San Jerónimo la tradujo en "lignumque scientiae boni et mali". Resulta que la palabra en latín "mali" puede tener su raiz de malum ( mal), de otra palabra idéntica malum (manzana) o bien de malus (manzano). Así que identificar la palabra "mal" de aquel arbol, con la palabra "manzana" era bastante sencillo. De todas formas ya teníamos la manzana de la discordía, un jardín con un dragón y una diosa mujer, Afrodita, con su manzana.

MÍTICA | Martina Chapanay, la venerada | Por Viviana Pastor

Fue una de las mujeres más destacadas del siglo XIX, bandolera y montonera, fue incluida en canciones y poemas. En su historia se mezclan el mito y la realidad. Su tumba está en Mogna y allá aseguran que la gaucha responde a los pedidos de ayuda.
La manada de cabras se había dispersado en el campo y se hacía de noche. Natividad Páez decidió salir a buscar los animales que eran su sustento en el campo semidesierto de la localidad de Los Puestos, en Mogna. La acompañaba su ahijada. Doña Naty, como le dicen los vecinos, invocó a Dios, a la Virgen y a la Martina Chapanay para que la ayuden a encontrar a sus animales. La nena se subió a un arbusto y pudo divisar a lo lejos la manada, arriada por una figura masculina con sombrero de paja. Pero cuando los animales llegaron, no había nadie con ellos. “Para mí esa figura que ella vio era la Martina que me traía los animales”, dijo sin dudar Doña Naty.

Así es el fervor de los moquineros, como se les llama a los habitantes de Mogna, por Martina Chapanay, que nació en las Lagunas de Guanacache y murió en Mogna, se cree que en 1887. Allí, atrás de la iglesia erigida en honor a Santa Bárbara, se encuentra la tumba de Martina, bajo un añoso algarrobo y con algunas flores de plástico desteñidas por el tiempo. Una gran cruz de cemento pintada de blanco, de la que cuelgan algunos rosarios de promesantes, y un cartel de madera con su nombre indican que allí descansan los restos de la leyenda.

Bandolera, montonera, baqueana, experta en el manejo del cuchillo, valiente y generosa, desde chica se vestía como hombre y se hizo experta en el manejo de animales. A todas luces, Martina estaba fuera de época y escandalizaba a la pacata sociedad colonial.

La versión de la existencia de un rancho donde había muerto la Chapanay fue descartada por los moquineros más viejos. “Dicen que Martina llegó enferma a Mogna, a la casa de una señora que tenía un ranchito de ‘palo a pique’ que estaba justo frente al Algarrobo Grande. Ahí murió Martina Chapanay, al rancho lo ‘voltiaron’ cuando hicieron la escuela”, contó Natividad, de 85 años y artesana del telar.

“No tendrían que haberlo tirado, tendrían que haberlo preservado porque eso era parte de nuestra historia”, dijo Polonia Fernández, hija de Naty.

Asencio Cortez confirmó el lugar: “allí, donde están esos membrillos chicos, ahí estaba el rancho, pero eso lo destruyeron todo”, afirmó con la pala al hombro y el rostro surcado de historias.

De La Chapanay, cuenta Doña Naty, decían que era policía, que era “machista” y que gobernaba a todos los gauchos que andaban con ella. “Lo hacían todo por voz de ella, mi padre era niño de 12 años cuando ella entraba a Mogna y le tenían miedo porque a veces atacaba en el camino y les quitaba lo que tenía la gente, porque antes la gente viajaba para traer cosas y ella asaltaba y les quitaba lo que traían para la familia. Acá la vida siempre ha sido muy dura”, dijo.

El calor se hace insoportable en los callejones de Mogna y el viento sólo trae tierra que deja la piel como lija y el pelo duro. Nada que espante a los moquineros, pero igual casi no se ve gente fuera de las casas.

El sociólogo e investigador José Casas confirmó la versión de los moquineros y aseguró que el rancho donde murió Martina no existe. “Mogna es el único lugar donde se considera a la Chapanay una santa no oficial”, dijo Casas.

Calixto Quiroga, “Don Rubio” para los vecinos, tiene 84 años. Él contó que Martina Chapanay era una “gaucha guerrera”. “Según me contaba mi madre, ella dominaba todo el pueblo de Mogna, ella andaba por todos lados. Andaba con otros andariegos y ella los mandaba a todos. Nosotros la respetábamos mucho. Murió acá. Era una señora pareja, ni flaca ni gorda, alta. Yo no la conocí pero mi madre me contaba. Ella dominaba el campo. Lo que no sé… no nos conversaba mi madre, dónde murió, puede ser en Los Puestos”, reseñó Don Rubio.

El hombre de pelo blanco recordó que a los niños los asustaban con la Chapanay: “Mi madre nos asustaba con la gaucha para que no hiciéramos travesuras porque a la Martina, cuando algo no le gustaba, los guasqueaba”.

La Chapanay fue enterrada en el viejo camposanto, es una de las tumbas que está más cercana a la iglesia; Don Rubio dice que ese lugar se conserva igual que cuando él era niño.
Irma Verón contó que le pidieron al intendente de Jáchal, Jorge Barifusa, que se arregle el predio de la tumba de Martina. “Yo le pedí, él dijo que debía hablar con Arquitectura, yo vengo siempre y limpio la tumba, le arreglo, le ato sus cositas.  Mi mamá me contaba que había venido peleando y cayó acá, la encontraron en un ranchito y murió acá”, dijo Irma.

La mala fama de la gaucha no pudo hacer que la gente no la venere, será porque en algún momento, según los historiadores, ella se arrepintió de su vida de bandida y se dedicó a ayudar a los viajeros.

Los vecinos expresaron que donde estaba el rancho donde murió, “tendrían que haber hecho una casuchita para recordarla, pero nadie hizo nada”.

“Acá la ocupamos para todo a la Martina porque las ánimas hacen milagros. La gente suele invocarla siempre a esta gaucha que vestía como los hombres y era servida por los hombres”, dijo Doña Naty, la artesana de Los Puestos.

Su tumba es lo único que queda de ella en Mogna. “Dicen que está ahí, nadie sabe de cierto si es o no, porque se sabe que a la sombra de un algarrobo la habían sepultado por eso identificaron su tumba”.

La eterna rebelde

La historia de Martina no tiene una sola línea de datos, más bien varía según quien la cuenta. Entre los primeros que contaron su vida está Pedro Echagüe, quien escribió “La Chapanay”. Echagüe, unitario como era, dejó de lado la participación de ella en las montoneras de caudillos como el Chacho Peñaloza. Su historia es romántica y reivindica la figura de la gaucha,  destaca su arrepentimiento como ladrona y su paso a servidora de los necesitados.

Echagüe dice que es hija de un nativo del Norte, y de una blanca a la que salvó de la muerte; pero Felipe Pigna, que le dedica dos páginas en su libro “Mujeres tenían que ser”, asegura que es hija de un huarpe y de una cautiva blanca. Este último señala que es oriunda de Lagunas de Guanacache, aunque otros autores dicen que nació en Zonda.

Pigna aporta algo muy importante para San Juan: Martina colaboró con el General San Martín en la gesta del Cruce de Los Andes. “Se convirtió en una de las tantas y tantos chasquis que llevaban y traían mensajes entre las seis columnas del Ejército Libertador. Dicen que por muchos años lució con mucho orgullo una chaquetilla que dejaba constancia de aquellos gloriosos días”, dice Pigna.

Luego asegura que a los 22 años se unió a las huestes de Facundo Quiroga y peleó junto a él. Cuando el caudillo riojano fue asesinado, Martina volvió a San Juan.

Citando a Hugo Chumbita y su libro “Jinetes rebeldes”, cuenta: “Por diversión o por dinero, apostaba a montar potros indomables y se batía con los mejores cuchilleros. La Policía no podía contra ella”.

Pigna incluye el testimonio de un arriero, Pedro Bustamante, quien la describe así: “Como la Chapanay, amás de ser valiente y capaz, es generosa como no hay ejemplo en ninguno de los que mandan. Sucede que los hombres asaltados por ella le hacen concesiones antes de ponerla en el caso de hacer valer su fuerza. De este modo resulta que casi todos los asaltos tienen viso de legitimidad y todo el mundo a una voz dice La Chapanay roba y saltea por necesidad y por culpa del gobierno y nadie la odia, al contrario, todo el mundo la compadece”.

También peleó bajo el ala del Chacho Peñaloza, lo que le valió ser incorporada al ejército como sargento mayor. Pero al tiempo lo abandonó para militar junto a Severo Chumbita, que respondía al caudillo Felipe Varela. “Murió en 1887. Su tumba en Mogna, departamento Jáchal, sigue siendo lugar de culto”, cierra Pigna.

Cooke, aquel hombre llamado John | Por Eduardo L. Duhalde


Tenía nombre de pirata inglés: John William Cooke, pero en realidad, era un luchador nacional antiimperialista. Mas bien bajo, casi obeso, con un andar nervioso y acompasado, y un bigotito de villano de película, era lo opuesto a la imagen gardeliana. También era un hombre tierno, aunque quería parecer un duro. Le hubiera gustado ser, como Humphrey Bogart, pero en cambio, tenía un cálido aire chaplinesco.

John –“el Bebe” para su familia, “el Gordo”, para sus amigos- fue un valiente y le sobraron oportunidades para demostrarlo, pero era el antihéroe por antonomasia. Esta anécdota lo retrata: estaba prisionero de la “revolución libertadora” en la penitenciaría de la calle Las Heras, cuando en 1956 se produce el pronunciamiento de Valle. Por orden del general Quaranta es sacado de su celda y llevado frente a un pelotón de fusilamiento. Puesto contra el paredón, el oficial a cargo se mofa de él. John lo mira con desprecio en lo que cree es su último minuto, pero no dice ninguna frase grandilocuente para que recogiera la historia, ni grita “Viva la Revolución”. Simplemente le dice: “la puta que te parió”, y el simulacro de fusilamiento casi se convierte en realidad.

Lo conocí en noviembre de 1963 en el bar “El Récord” de Santa Fe y Pueyrredón, en Buenos Aires, donde nos había citado Rodolfo Ortega Peña. Acababa de llegar de La Habana y era ya una figura mítica para nosotros. Con emoción juvenil iba yo al encuentro, impresionado por su actuación combativa en el ’55, su fuga a Chile y luego como delegado de Perón, organizando la resistencia, sumado a las fotos que lo mostraban vistiendo el uniforme cubano. Y allí estaba, prendiendo un cigarrillo con otro, ensimismado en la lectura de “La Fija” y sobre la mesa, tres novelas policiales y una caja de mentas. No era un vendedor de imagen, era un antihéroe consecuente. Pero una hora le bastó para trazarnos un agudísimo cuadro de situación latinoamericana y argentina. Era un convencido y un apasionado, que amaba sensualmente la revolución, porque así era su forma de entender la vida, como un derroche generoso de su persona.


Alicia

Su gran amor fue Alicia Eguren, sensible poetisa y obstinada revolucionaria, elegante dama roja, versión criolla de Rosa Luxemburgo, motor de muchas de sus decisiones, que en 1976 no quiso partir al exilio –más por razones estéticas que éticas- y terminó sus días con mucha dignidad en manos de los sicarios de la ESMA. Alicia era la madre-amante de ese John, que en muchas cosas era un niño. Más de una vez decía “esto no se lo cuenten a Alicia”, o se encerraba tres días y tres noches en su escritorio bajo llave, para escribir de un tirón el memorable “Informe a las Bases”, para que ella no le convirtiera sus tesis.

Entre ambos existía una fina ternura, revestida de un juego intelectual. En 1956, le escribe a Alicia desde un penal de Ushuaia:

“Cuando Ud. Llegó a lo de Palacio, con su sombrero coronado de flores de durazno(¿o serían jazmines?) me dio la sensación de un bello junco a la espera del vendaval que lo abatiese inmisericorde. Ud. Me dirá, señora, que desde entonces han pasado diez anos y –¡ay!- muchos vendavales. No haga caso del almanaque, señora, que es una obra mesquina de los burócratas del tiempo. Son otros los equinoccios que rigen para nosotros. Yo le voy a contar la verdadera historia, la auténtica y real.”

“De lo de Palacios fuimos a su casa, y hablamos de presidentes depuestos y de políticos, en la penumbre propicia de un crepúsculo de primavera. Comimos “chez moi”. Ud. Leyó versos. Desde entonces su adorable sonrisa de conejo iluminó mis felices noches de conspirador en desgracia.”

“Ud. Señora, aprovechó para hacerme víctima de sus artimañas e insolencias: puso en duda mi indiscutido talento, mis virtudes para el mando y mi condición de jefe; creó serias dificultades a mi acercamiento con el sector femenino del Partido; y en suma, intentó tratarme como a otro de sus peleles. Ahora culmina sus desafueros apareciendo en mi celda, a las horas más intempestivas, para intranquilizar mi reposo y turbar mis pensamientos. (No crea que me quejo, señora: Ud. Sabe que nunca me quejo).” (…).

“Pero eso no impide que yo tenga el deseo de verla caminar y moverse cerca de mí, mientras su cara conejil se anima y profiere impertinencias, y los lugares van quedando contaminados con su coquetería insoportable.

“Ya ve, señora, qué humildes son mis anhelos. Venga a verme. La llamo apelando a los lazos indestructibles que unen a los conspiradores y a una relación de la cual lo menos que podrá decirse (en el peor de los casos) es aquella otra frase: questa é una piccola aventura; patética, milagrosa e quasi d’amore”.


Cooke

El joven Cooke

John se inició, políticamente en el radicalismo. Era un muchacho aún de pantalones cortos, que en los sectores más combativos de aquel partido popular perseguido y proscripto por la oligarquía, batallaba en su barrio y en el colegio secundario. La propia Alicia Eguren nos ha dejado una semblanza del Cooke de aquellos primeros años:

“En la Universidad de La Plata, ligado al grupo FORJA con la cabeza rota y las narices sangrando como activista dirigente de la FUA, como radical revolucionario, testimonia el inconformismo de una generación que se desencontró desgraciadamente con las masas obreras que forjaron el peronismo. Por madurez y sensibilidad política, más que por razones familiares, John opta bien, opta por esa experiencia inédita, contradictoria, fuera de los libros, de la clase obrera y un líder militar que plantea la lucha antiimperialista primero y plantea y practica después la incorporación real de la clase obrera a un gobierno popular de riquísima dinámica transformadora.”

“Cooke no se equivocó y no se equivocó con las masas. Su contacto con la problemática del nacionalismo no oligárquico, tremendamente combativo en la lucha por la recuperación del patrimonio nacional y su acercamiento diario a la lucha de la clase obrera, marcan las líneas fundamentales a través de las cuales desarrollará su pensamiento enriquecedor de la realidad que las masas están construyendo. Sus lecturas marxistas de joven activista universitario se llenan de urgencia y necesidades prácticas. La síntesis inicial es: tradición política popular, nacionalismo revolucionario y marxismo creador, antisocialdemócrata, antidogmático y antiburocrático. Síntesis difícil, pero fuente indudable del desarrollo revolucionario argentino y latinoamericano de las posteriores y actuales décadas, que se da con especial vigor, y desde el inicio, en ese muchacho que además, buscando las auténticas raíces de nuestro pasado comienza a estudiar historia argentina con los ojos del pueblo martirizado, olvidado, descubre la montonera, los caudillos, la oligarquía portuaria, la falacia del liberalismo de derecha o de izquierda, y habla en la Cámara, en el barrio o en la fábrica, desde un pasado que el hijo del gringo aprende a reivindicar al hermanarse en la lucha de clase con el cabecita negra”.


El Parlamento

A los 26 años, Cooke es elegido diputado peronista. Allí tuvo la oportunidad de mostrar su brillantez intelectual, su versatilidad cultural y también, su profunda sensibilidad popular. Sus discursos, siguen esperando el recopilador. En 1946, sorprende a la Cámara con un proyecto sostenido con una de las piezas oratorias más importantes que se hayan escuchado a lo largo de los años en el Congreso: la que fundamenta la ley de la represión de los monopolios. De Hilferding a Marx, muestra su profunda versación económica. Pero John no es un tecnócrata, es el discurso de un político que termina su intervención señalando:

“Pierre Colt dice que la política es el arte de prever y escoger entre dos males. Esta frase es a mi juicio exacta y golpea con toda su crudeza, porque nos hace perder el punto de vista, largo tiempo sustentado, de que podía haber un estado perfecto de convivencia universal, y plantea el problema en sus verdaderos términos.”

“Como he dicho, es un problema de proporciones que requiere equilibrio, serenidad, madurez, poder de control contra el encandilamiento de las soluciones fáciles en un momento en que todas estas condiciones parecen difíciles de encontrar en un mundo convulsionado al margen de la historia. Requiere superar planteos primarios, en momentos en que los hombres de todas las latitudes de la tierra buscan precisamente eso: planteos primarios.”

“El país, que estuvo al margen de la última guerra, pero no indiferente a ella, debe tener estas condiciones de serenidad, y debe aprovecharlas porque no ha sufrido como en otros países, en la lucha contra en nazismo y el fascismo, para procurar encontrar en sí mismo la lucidez necesaria para constituir una inspiración. Tiene que tenerlas para ofrecer un punto de referencia en la geografía mundial, a fin de que la humanidad sepa adónde dirigir sus miradas en un futuro cercano, y pueda apartar su vista del espectáculo de la propia ruina y del más deleznable todavía de grupos aparceros, que están pactando sobre el hambre y la miseria de los pueblos.”

“Para terminar, y empleando una metáfora, diría que aspiro a que la Argentina encuentre su camino en el planteamiento económico de los problemas, que encuentre su camino en la concepción democrática compatible con las modernas tendencias económicas y con los deseos de las masas oprimidas, para que, cuando las miradas del mundo se dirijan a ellas, estén cargadas con todas las valencias de sentido afectivo”.

Palabras para meditar a la hora de considerar nuestra actual deuda externa.

Como John, el parlamentario, seguía siendo hombre de pueblo, no es de extrañar que a la muerte de Homero Manzi, le rindiera homenaje en la Cámara de Diputados. Dirá evocando al autor del “Sur”:

“A la dignidad de la forma añadió la dignidad en el tema. El tango, la milonga se prestan para que se despenen por el terreno de lo vulgar –y a veces de lo innoble- quienes carecen de capacidad y vuelo. Manzi reaccionó contra ese tango desteñido y decadente, relato monocorde de derrotas sufridas por hombres planideros a manos de bellezas infieles. Expresó con clara fuerza poética todo lo que encierra de belleza la magia de este paisaje, que había cantado Carriego en tono menor, y que Borges esculpió en formas diamantinas que superan lo local para darle significación universal. En sus palabras se reflejó la visión fugaz y eterna de los atardeceres sombreando lentamente el sosiego de arrabales (…)”.


El profeta solitario

Sobre Cooke, quedan por escribir muchas miles de líneas: el que reacciona en los finales del segundo gobierno peronista con su revista “De Frente” ante un proceso que perdía su profundidad popular; el delegado resistente de Perón; el dirigente de las grandes huelgas del ’59; el teórica de la solidaridad latinoamericana; el formidable impulsor de todas las potencialidades liberadoras de nuestro pueblo.

De todo ese esfuerzo reivindicador, quedará como eje central de su discurso profético, la necesaria unidad de todos los argentinos en la lucha por la liberación. En momentos de la mayor soberbia peronista, advirtió que la liberación nacional y social debíamos hacerla entre todos, entre los hombres de todas las fuerzas políticas populares y que no estaría en esta tarea el peronismo burocrático y conciliador con los enemigos del pueblo, sólo aquellos que se alinearan junto a las bases del peronismo.

Al morir, temprana e inoportunamente el 19 de septiembre de 1968, donó sus órganos visuales, piel, etc., a quienes los necesitaran. Quiso quedar íntegro entre su pueblo. Por eso, otro amigo, Félix Cobo, dirá en su poema “John the Red”: “Uno vencedor de la Esfinge/ marchó desollado y ciego/ Hacia la entraña de la Historia/ su natural recinto./ Hay quien mira la aurora con sus ojos y otros visten su piel y no lo saben”.

MOISÉS, LEGISLADOR Y PROFETA

Fué hijo de Amram y de Jocabed, y nació 1571 años antes de Jesucristo.

Viendo el rey de Egipto que los hebreos se multiplicaban tanto y que llegarían á ser un pueblo temible por su número, dio un edicto por el cual disponía que fuesen arrojados al Nilo todos los niños varones que naciesen de madre israelita. Jocabed guardó á su Moisés, por espacio de tres meses, al cabo de los cuales tomó un cesto de juncos, lo empegó, metió al niño en él, y lo puso sobro las aguas del Nilo. Termulis, hija del rey, que se paseaba después por la orilla, viendo flotar el canastillo, mandó que lo sacasen, y prendada de la belleza del infante, quiso que se salvase, y lo hizo criar á sus expensas. Tres años después la misma princesa le adoptó por hijo suyo, lo llamó Moisés, que quiere decir «sacado de las aguas», y le hizo instruir en todas las ciencias de los egipcios; pero sus padres, á quienes había sido confiado por una feliz casualidad, se dedicaron con todo cuidado á enseñarle la religión y la historia de sus mayores.

Algunos historiadores cuentan muchas particularidades de la juventud de Moisés, que sin embargo no se apoyan en ninguna relación de la Escritura, á la cual nos limitaremos. Por esta sabemos, pues, que á la edad de cuarenta años salió de la corte de Faraón para ir á visitar á los de su nación, que la crueldad de sus dominadores agobiaba con excesivos y crueles tratamientos. Habiendo encontrado un día á un egipcio que maltrataba á un hebreo, le mató, suceso que, habiéndose hecho público, obligó á Moisés á dejar los estados de Faraón y refugiarse en el país de Madian, donde tomó por esposa á Séfora, hija del sacerdote Jetró, de la cual tuvo dos hijos, Gersam y Eliezer. Por espacio de cuarenta años el que había de ser libertador de Israel estuvo apacentando en aquel país los ganados de su suegro, hasta que un día, conduciendo las ovejas á lo interior del desierto, en la montaña de Horeb se le apareció el Señor en medio de una zarza que ardía sin consumirse, y le mandó que fuese á romper el yugo de sus hermanos, visión que se halla explicada de una manera llena de interés é instrucción en los capítulos tres y cuatro del libro del Éxodo.

Moisés se resistió al principio, pretextando su inutilidad y el poco crédito que se daría á sus palabras; pero Dios venció esta resistencia por medio de dos prodigios. Juntándose, pues, él y su hermano Aarón, marcharon á la corte, y presentándose á Faraón le intimaron que Dios le mandaba permitiese á los hebreos ir al desierto á ofrecerle sacrificios, pero el impío monarca se burló de aquella orden y redobló la crueldad con que trataba ya á los israelitas. Los dos enviados de Dios se volvieron; pero presentándose luego por segunda vez, se esforzaron en persuadir á Faraón, seducido por los encantamientos de sus magos, á los cuáles confundieron por medio de algunos portentos. El obstinado príncipe atrajo con su ceguera espantosas calamidades sobre su reino, de las cuales la décima y última fué la muerte de los primogénitos de Egipto, que en una sola noche fueron todos muertos por el ángel exterminador, desde el primogénito del mismo rey Faraón hasta el primogénito del último de los esclavos y animales.


Semejante catástrofe ablandó por un momento el corazón endurecido del monarca, que dio permiso á los israelitas para marcharse donde querían. En virtud de esta orden salieron los hebreos de Egipto el día 15 del mes de Nisan, desde cuyo día empezó en adelante á contar los años el pueblo escogido en memoria del recobro de su libertad. Cuando salieron de Ramesses eran en número de seiscientos mil hombres, sin contar las mujeres y los niños, llevando consigo innumerable número de ovejas y ganados mayores y bestias de diversos géneros. Apenas hablan llegado los hebreos á la orilla del mar Rojo, Faraón y los suyos, arrepentidos de haberles dejado salir de Egipto, corrieron detrás de ellos con un ejército poderoso; pero Moisés extendió su vara sobre el mar, las aguas se dividieron, los israelitas pasaron al otro lado á pié enjuto, y los egipcios que quisieron seguirlos, quedaron envueltos y ahogados entre las olas que habían tornado á su estado natural por medio de un fuerte viento que el Señor había hecho soplar. Ni uno solo quedó con vida del ejército de Faraón: el Egipto quedó asolado y humillado con aquel terrible suceso, y Moisés desde el otro lado del mar, entonó aquel admirable y célebre cántico de acción de gracias que empieza:Cantemus Domino, y que se halla en el capítulo quince del citado libro del Éxodo.

Desde entonces caminó el pueblo hebreo por el desierto en paz y libertad, y dirigiéndose hacia el monte Sinaí, llegó á Mará donde no encontrando más que aguas amargas, Moisés las endulzó por un prodigio para que se hiciesen potables. En Rapludim, que fué la décima sexta jornada, faltó el agua; pero el divino libertador la hizo salir de una roca de Horeb golpeándola con su vara. El Señor se indignó en aquella ocasión contra Moisés, por la especie de desconfianza ó falta de fé que había mostrado, golpeando dos veces seguidas la roca y empleando la milagrosa vara, en lugar de mandar sencillamente que saliese el agua conformo ó la orden que se lo había dado. Entonces y en aquel mismo sitio llegaron los amalecitas para pelear contra Israel, y mientras Josué los rechazaba y los vencía, Moisés, colocado en la eminencia de un collado, tenía las manos levantadas al cielo y se las sostenían Aarón y Hur. Los amalecitas quedaron completamente derrotados, y los hebreos siguiendo su camino, llegaron por fin á la falda del monte Sinaí el día tercero del noveno mes después de su salida de Egipto. Moisés subió á la cumbre, y en medio de rayos y truenos recibió la ley que había de dar al pueblo y concluyó la famosa alianza entre el Señor y los hijos de Israel.

Mientras esto pasaba en la montaña, aquel pueblo desagradecido que se entregaba á la murmuración con tanta frecuencia, pidió á Aarón un Dios visible, y fabricó el becerro de oro al cual erigió un altar. Cuando Moisés bajó de la montaña con las tablas de la ley, y vio á los israelitas entregados á tan infame idolatría, se llenó de justo horror, rompió las tablas de la ley, y mandó pasar á cuchillo veinte y tres mil de los prevaricadores. Después subió otra vez á la montaña, y habiendo alcanzado el perdón de Dios para su pueblo, trajo otras dos tablas como las primeras, en las cuales estaba escrita la ley. Cuando bajó esta vez, la cara de Moisés despecha rayos de luz tan viva, que el pueblo no podía mirarlo y fué preciso que se cubriese con un velo. Empezó entonces á fabricar el tabernáculo según el diseño que el mismo Dios le había indicado, hizo su dedicación, consagró á su hermano Aarón y á sus hijos para ser sus sacerdotes y destinó á los levitas para su servicio. Escribió asimismo todo lo concerniente al culto divino y al gobierno político del pueblo; y después de haber arreglado todas estas cosas, condujo los israelitas á los confines del país de Canaan al pié del monte Nebo. Entonces lo mandó el Señor que subiese á la cúspide de esta misma montaña, desde donde le mostró la tierra prometida en la cual no podría entrar. Efectivamente, Moisés murió allí á la edad de ciento y veinte años, el 1451 antes de Jesucristo, dejando á su pueblo y á los siglos futuros de todo el universo la idea de un hombre extraordinariamente favorecido de Dios y conducido por sus caminos, de un genio elevado y vasto, y de un legislador ilustrado y profundo. Moisés es incontestablemente el autor de los cinco primeros libros del antiguo Testamento, conocidos con el nombro de Pentateuco, que los judíos y todas las Iglesias cristianas han reconocido por inspirados. La iglesia católica le ha colocado entre sus santos y celebra en este día su memoria.

La cruel masacre infantil que dio origen al Día del Niño en Paraguay

No hay guerra justa, pero ninguna fue tan cruel y mezquina como la que unió a Argentina, Uruguay y Brasil contra Paraguay en 1865.

Para el 16 de agosto de 1869, después de 4 largos años de hostilidades, el ejército comandado por el mariscal Francisco Solano López estaba liquidado. Las despiadadas ofensivas de la Triple Alianza habían llevado al límite del exterminio a la población masculina del país: más del 70 % de los hombres mayores de edad habían perecido desde el inicio del conflicto (tal número habría de aumentar a cerca del 90 % al final de la guerra), consolidando una catástrofe humanitaria y demográfica sin precedentes.

El escenario del siguiente enfrentamiento tendría lugar a orillas del arroyo Yukyry, al oeste de Asunción, que caía a manos de los aliados. Más de 20 mil hombres integraban las fuerzas de la Triple Alianza, mientras que la mermada resistencia paraguaya se componía de poco menos de 4 mil niños y un regimiento de 500 veteranos.

La mesa estaba puesta para una masacre. Los paraguayos sabían que no había opción: lo habían confirmado una y otra vez en distintos frentes en la Campaña de las Cordilleras: las tropas brasileñas, obstinadas en llevar la guerra hasta sus últimas consecuencias, avanzaron por Ybytymí y Piribebuy, donde hicieron arder hospitales llenos, violaron a miles de mujeres y degollaron a cientos de prisioneros y heridos por igual.

«Los niños de seis a ocho años, en el fragor de la batalla, despavoridos, se agarraban a las piernas de los soldados brasileros, llorando que no los matasen. Y eran degollados en el acto. Escondidas en la selva próxima, las madres observaban el desarrollo de la lucha. No pocas agarraron lanzas y llegaban a comandar un grupo de niños en la resistencia».
No había diplomacia, ni siquiera protocolos de guerra, sólo un profundo desprecio por la vida y un odio fundado en intereses ajenos que habría de recrudecer en el pueblo de Acosta Ñú. A pesar de que por un instante hubo espacio para la épica, la valentía y el heroísmo que guiaron a los infantes a medirse con un ejército profesional y plenamente operativo, al final se impuso la cruda lógica del más fuerte, del color de la sangre y del olor a muerte que inundaron los campos y ríos de Paraguay frente a una campaña despiadada que se colgó como objetivo destruir a su similar.

«El Conde D´Eu, un sádico en el comando de la guerra,“después de la insólita batalla de Acosta Nú, cuando estaba terminada, al caer la tarde, las madres de los niños paraguayos salían de la selva para rescatar los cadáveres de sus hijos y socorrer a los pocos sobrevivientes, el Conde D´Eu mandó incendiar la maleza, matando y quemados a los niños y sus madres.” Su orden era matar "hasta el feto del vientre de la mujer"» — Julio José Chiavenato
Una vez que terminó la desigual batalla, el conde D’Eu a cargo de las tropas brasileñas dio la orden de prender fuego al campo de batalla. Los cadáveres de miles de niños y ancianos se calcinaron en cuestión de horas, mientras otros tantos heridos ardieron en carne viva hasta morir consumidos por el incendio. Algunas madres se unieron desesperadamente a la batalla y otras murieron calcinadas recogiendo los cadáveres de sus hijos. La masacre estaba consumada, uno de los episodios más negros en la historia de América Latina, motivado por intereses británicos pero ejecutado por propios latinoamericanos.

Desde entonces, el 16 de agosto es la fecha oficial en que se conmemora el Día del Niño en Paraguay, en honor a las víctimas infantiles que perecieron ante el ataque de la Triple Alianza en Acosta Ñú.

El resultado de la guerra fue caótico: los 300 mil kilómetros de territorio perdidos a manos de Brasil fueron la consecuencia menos catastrófica para el país guaraní. La desaparición de la industria nacional, del proyecto de desarrollo y de los ideales de libertad a sangre y fuego a costa de más del 50 % de su población son heridas que aún no cierran por completo en la sociedad paraguaya.

MILITANTES 4 - Alcira Argumedo

A 123 años del 1° Congreso Constituyente del Partido Socialista Argentino

El 28 y 29 de junio de 1896, un grupo de delegados de agrupaciones socialistas y gremiales encabezados por el “maestro” Juan B. Justo, se reunieron en el local de la agrupación alemana “Vorwarts” de Buenos Aires, en lo que fue el Congreso Constituyente del Partido Socialista, que coronaba el proceso organizativo del socialismo argentino cuyo origen se remonta a los primeros años de la década de 1890.

En aquellas históricas jornadas se aprobaron la Declaración de Principios, el Estatuto y el Programa Mínimo de la nueva agrupación de los trabajadores, que funda en nuestro país la acción política independiente de la clase obrera, constituyéndose en el hito fundamental de la historia del proletariado argentino.
En el primer programa partidario ya se planteaban reivindicaciones que tardaron décadas en corporizarse en leyes:
  • Jornada laboral de 8 horas para adultos, de 6 para jóvenes entre 14 y 18 años, y prohibición del trabajo industrial a menores de 14 años, además del descanso obligatorio de 36 horas contínuas por semana.
  • A igualdad de trabajo igual remuneración entre los sexos.
  • Reglamentación higiénica del trabajo industrial, con limitación del trabajo nocturno a los casos indispensables, y prohibición del trabajo de las mujeres donde se haga peligrar su maternidad o ataque a la moralidad.
  • Responsabilidad de las patronales en los accidentes de trabajo y la creación del fuero laboral.
  • Abolición del impuesto al consumo e instauración del impuesto progresivo sobre la renta.
  • Instrucción laica y obligatoria para todos los niños hasta 14 años, con cargo al Estado de la manutención de los mismos, cuando fuere necesario.
  • Voto secreto y universal para todas las elecciones.
  • Autonomía Municipal.
  • Jurados elegidos por el pueblo para toda clase de delitos.
  • Separación de la iglesia del estado.
  • Supresión del ejército permanente.
  • Abolición de la pena de muerte, y revocabilidad de los representantes electos, en caso de no cumplir el mandato de sus electores.
El Partido Socialista, que encontraría su centro ideológico y político en la figura de Juan B. Justo, encarnó -en palabras de José Aricó- el “proyecto más coherente de nacionalización de las masas, de incorporación de los trabajadores a la vida nacional y de construcción de una democracia social avanzada”. El socialismo intentaba así encarnar la modernización democrática y la transformación social, en una proyecto de sociedad en que ambos valores se entrelazaran en caminos simultáneos.

Nacía así la primera organización política moderna de la República Argentina, decidida a representar a la nueva clase que emergía de las entrañas del sistema capitalista, a preparar su emancipación del yugo explotador y a fundar un nuevo orden económico y social.

La fundación del Partido Socialista no sólo significó el surgimiento de la primera organización política del proletariado, sino también el punto de arranque del proceso de formación de los modernos partidos políticos en Argentina. El Partido Socialista es así el primer partido moderno de la Argentina, antítesis de la “política criolla”, y que tuvo además -como señala Juan Carlos Portantiero- el mérito de haber colocado en el horizonte ideológico de la política argentina el tema de la justicia social.

El predominio socialista era el resultado de la maduración de las condiciones de la explotación capitalista en la Argentina. La década de 1890 había entregado a la historia argentina un nuevo esquema de clases, con el que emergía el nuevo sustrato social con base en el cual la transformación de la sociedad se tornaba un objetivo posible.

Demostrando su aguda percepción de las nuevas características que adoptaba la sociedad argentina, Justo escribía en el primer editorial de La Vanguardia en abril de 1894: “Este país se transforma (…), junto con esas grandes creaciones del capital, que se ha enseñoreado del país, se han producido en la sociedad argentina los caracteres de toda sociedad capitalista”.

Los socialistas imprimirán desde entonces una impronta decisiva sobre la clase obrera, sobre la política y la sociedad argentina, a través de una vasta actividad política, cooperativa, sindical y cultural, que quedará plasmada en la saga fundacional que emprenderá Justo desde finales del siglo XIX: el periódico La Vanguardia, en 1894; la Sociedad Obrera de Socorros Mutuos, en 1898; la Sociedad Luz, en 1899, para culminar en 1905 con la Cooperativa El Hogar Obrero.

En una recordada conferencia de 1902 Justo nos dará una definición del socialismo que guiará a varias generaciones: “El socialismo es la lucha en defensa y para la elevación del pueblo trabajador, que, guiado por la ciencia, tiende a realizar una libre e inteligente sociedad humana, basada sobre la propiedad colectiva de los medios de producción”.

Martín Güemes, el héroe argentino que capturó un barco inglés a caballo | Por Alberto Lettieri

Güemes, procedente de una familia acomodada del noroeste, participó en la mayoría de las instancias decisivas de la independencia argentina. Su epopeya en el Río de la Plata fue uno de los pocos casos de la historia universal en que un barco de guerra fue capturado por una partida de caballería.
Los hitos de Güemes son incontables: desde capturar a galope de caballo y a punta de espada en pleno Río de la Plata al buque inglés “Justina”, armado con 26 cañones, durante las invasiones inglesas, con sólo 21 años, hasta garantizar la seguridad de la frontera norte durante el cruce de Los Andes.

Su apoyo de la causa patriótica, en abierta oposición a los sectores acomodados salteños que preferían la continuidad de sus privilegios coloniales, y por eso respaldaban a los godos realistas que trataban de reconquistar el territorio perdido, le valió soportar condenas de todo tipo. Tampoco les cayó bien que se presentara como “protector de los pobres”, ni su desempeño como gobernador salteño. Por eso las sanciones de las clases acomodadas no se limitaron al pasado. Y no sólo en el pasado: hasta el día de hoy, Güemes no tiene monumento ni mención en la plaza central de la capital salteña.

Güemes nunca sintió “angustia” por el destino que había elegido. Estaba simplemente en el orden natural de las cosas. En sus valores. Nunca se le hubiera ocurrido invitar a las autoridades españolas a la celebración de nuestra independencia para ensayar un discurso en tono de pedido de disculpas.

En 1808 contrajo una enfermedad en la garganta, que le provocó una deficiencia crónica al hablar, que le generó burlas de sus camaradas. Las descripciones con que contamos permiten suponer que pedecía además una suerte de hemofilia, aunque esta dolencia no se hubiera descubierto aún, que le condicionó muchísimo su desempeño, ya que cualquier herida, por mínima que fuese, podría causarle la muerte. Para no lastimarse, Güemes evitó en lo sucesivo entrar en combate directo, aunque su papel era determinante debido a su habilidad para organizar la estrategia general y financiarla.

Aunque sus hombres se hubieran hecho matar por él, sus detractores aprovecharon esta situación para calificarlo de “cobarde”. Lo mismo hizo el padre de la historia oficial, el porteño Bartolomé Mitre, quien se empeñó en destacar que utilizaba “medias rojas de seda para cabalgar”. Lo que para Güemes era un elemento de protección, para Mitre resultaba cosmética afeminada.

Tampoco le fue del todo bien con el general Manuel Belgrano, quien, a cargo del Ejército del Norte, lo castigó por “indisciplina”, a consecuencia de una discusión entre oficiales por cuestiones de mujeres. Pero esa situación no duró mucho. Después de los desastres de Vilcapugio y Ayohuma, el  creador de la enseña nacional fue reemplazado por José de San Martín, quien, consciente de los méritos de Güemes, su liderazgo regional y su fabulosa capacidad para manejarse con recursos exiguos -con la inestimable colaboración de su hermana Macacha, otra “maldita” de la historia oficial-, lo puso al frente de una guerra de guerrillas, que fue conocida desde entonces como la “guerra gaucha”. Los enfrentamientos eran cotidianos y breves, e iban mermando la capacidad de resistencia del enemigo.

Tras la caída del director supremo Carlos María de Alvear, el pueblo salteño se convocó a las calles y exigió, por aclamación, su designación como gobernador intendente de Salta, con jurisdicción sobre las ciudades de Salta, Jujuy, Tarija, San Ramón de la Nueva Orán y varios distritos de campaña.  Como era de esperar, la respuesta de las oligarquías del noroeste no se hicieron esperar. Y si bien Güemes resistió todo lo que pudo, las conspiraciones internas y los ataques de los godos fueron agravando su situación, tanto política como de salud.

Güemes trabajó en estrecho diálogo con San Martín, sobre todo sobre el plan de atacar el último reducto del poder colonial, Perú, desde Chile. Pero San Martín precisaba tener la retaguardia cubierta, y para eso lo designó general en jefe del Ejército de Observación.

Cuando San Martín desembarcó en territorio peruano, el salteño tomó la decisión de avanzar sobre el Alto Perú, pero sus fuerzas resultaban insuficientes, habida cuenta de que el noroeste estaba infestado por la guerra civil entre una oligarquía que se negaba a perder sus privilegios, y los revolucionarios que se jugaban la vida por la independencia de la patria.

La aristocracia salteña, que controlaba el Cabildo, aprovechó una de sus expediciones militares en 1821 para deponerlo, acusándolo de “tirano”, para librarse de las permanentes contribuciones forzosas que les imponía para destinarlas a la causa revolucionaria, previo acuerdo con el general español Olañeta, a quien le entregarían la ciudad a cambio de mantener sus bienes y privilegios. Si bien la denominada “revolución del comercio” fracasó y Güemes retornó pacíficamente el control, sirvió para que sus enemigos conformaran un partido opositor, denominado “Patria Nueva”, para diferenciarse de “Patria Vieja”, el partido de Güemes. Otra versión de la “grieta” que atravesó históricamente nuestro país.

Lejos de restablecerse la paz, las conspiraciones en connivencia con los españoles no cesaron. Hasta que en un nuevo intento de invasión de la provincia, Güemes recibió una herida de bala que no pudo ser cicatrizada por su condición de hemofílico, y falleció diez días después,  el 17 de junio de 1821, a los 36 años de edad.  A la intemperie, en la Cañada de la Horqueta, cerca de la ciudad de Salta, en un precario catre. Cuando su esposa, Carmen Puch, se enteró de su deceso, se encerró en su habitación y se dejó morir de hambre.

Si bien Martín Miguel de Güemes fue el único general argentino caído en el marco de una acción de guerra exterior, la oligarquía salteña festejó su muerte, reacción que se replicó a lo largo del país. En Buenos Aires, por ejemplo, un periódico tituló: “Ya tenemos un cacique menos”.

Una nueva comprobación de que, en la Argentina, el patriotismo es patrimonio del pueblo, mientras los sectores acomodados juegan en otra liga.